La
gran belleza del pequeño valle de Nocito permanece oculta tras
los grisáceos escarpes de la vertiente norte de la Sierra Guara,
pequeño valle surcado por las cristalinas aguas del río
Guatizalema, aguas que saciaban la sed de las fructíferas huertas,
aguas que hacían girar las muelas de los molinos de Ortas en antaño.
Valle que se tiñe de vigoroso verde en la alegre primavera, valle
que se tiñe de la pureza del blanco níveo en el gélido
invierno, valle conocido por las gestas de San Urbez, abogado de la lluvia
pastor de su fiel rebaño, valle que sufrió el llanto de
la despoblación, valle que recobra el esbozo de una sonrisa con
el retorno estival del gentío en busca de la tranquilidad de la
naturaleza.
Nosotros en la excursión de hoy establecemos como punto de partida
Huesca, tomamos la autovía A-23. Pasaremos
por Arguis, seguimos por la N-330 hasta al túnel de la Manzanera,
punto en el cual tomamos un desvío a mano derecha, vial que transita
por Belsué, Lúsera, y la pardina de Orlato, una vez que
rebasamos dicha pardina ante nuestra mirada se dibuja una retícula
de pequeñas parcelas que rodean el caserío de Nocito, así
como la trayectoria del río delimitada por la exuberante vegetación.
En primer lugar realizaremos un recorrido por su caserío, dividido
por las cristalinas aguas del Guatizalema en dos barrios San Juan y San
Pedro, y unidos por un bonito puente de tipología medieval, de
dos ojos, en los cuales son visibles 2 mechinales en cada estribo y en
el pilar central, pequeña tajamar central, tablero empedrado a
dos aguas, apartadero en las dos vertientes. Las viviendas de piedra,
todavía es visible algún tejado de losas, puertas de entrada
adinteladas y bajo arco de medio punto, chimeneas troncocónicas.
Nos acercamos hasta la iglesia de San Juan del S.XVIII, consultamos la
página web del patrimonio cultural aragonés www.sipca.es:
“Edificio construido en sillarejo y lajas de piedra. Posee una única
nave en cuatro tramos, con capillas laterales, rectangulares. La nave
se cubre con bóveda de cañón con lunetos y la cabecera
con bóveda semiesférica.”
La puerta de entrada bajo arco de medio punto protegida por un pórtico
abierto, en la clave esculpida la fecha de 1830. En la parte anterior
del edificio se erige un crucero, el fuste se embute en una base cilíndrica
de dos cuerpos. Adosado a la iglesia se emplaza el camposanto. Tomamos
una senda dirección este bordeada por muros de piedra seca, muros
qu e
en antaño tenían la finalidad de proteger los sembrados
del paso del ganado, a fecha de hoy la mayor parte de estas fincas permanecen
yermas, aunque son aprovechadas para pastos. Vadeamos el río Guatizalema
por una pequeña pasarela, llegamos a la iglesia de San Pedro, se
emplaza en un altozano, presenta un aspecto remozado, de planta rectangular,
paredes de mampostería, en los esquinazos sillería, tejado
de losas a dos aguas, puerta de acceso por el sur bajo arco de medio punto
de pequeñas dovelas, al este el ábside semicircular, en
el muro meridional en una de las ventanas esculpida una cruz y una fecha
que nos parece leer 1590, en su interior en la vertiente oeste el coro.
Consultamos el libro de José Luis Aramendía el románico
en Aragón: “ Iglesia de inspiración románica.
Ábside
semicircular orientado al este que se cubre con bóveda de cuarto
de esfera en mampostería”. Tomamos una senda que se dirige
en trayectoria ascendente al santuario de San Urbez, en sus primeros tramos
bordeada por muros de piedra seca, hacemos un inciso en nuestro caminar
con la finalidad de observar una borda semiderruida, los muros de mampostería,
puerta de acceso bajo arco rebajado, sobre él una ventana que se
utilizaba para finalizar el llenado del recinto, alero para proteger la
fachada de las humedades de las lluvia y de la nieve, otras bordas han
sido restauradas y algunas transformadas en pequeñas viviendas.
La senda va ascendiendo entre cajicos, buchos y algún pino, vamos
disfrutando de la belleza del paisaje, por el sur la Sierra Guara con
sus tonalidades verdes de los pinos que echan raíces hasta la línea
en la cual la tierra se torna en estéril roca, las pedreras introducen
las tonalidades grisáceas en el lienzo, también podemos
contemplar los afilados crestones de Petreñales, esos pétreos
estratos que se levantaron perdiendo su posición horizontal engalanando
el paisaje. La senda transcurre por las inmediaciones de dos cruceros,
el primero también embutido sobre base cilíndrica. Llegamos
al santuario de San Urbez, un panel nos da información de la construcción
así como de su historia, leemos: “Antiguo cenobio instituido
probablemente por el propio San Urbez. El primer documento escrito que
hace referencia al monasterio data del siglo X. Iglesia con planta de
cruz latina de tres naves y dependencias anejas. La parte románica
del crucero resalta al exterior por ocho plintones circulares sobre los
que se asienta la estructura.”
También en la plaza hay un crucero, y una balsa en la cual tiene
lugar la inmersión de sus reliquias con la finalidad de invocar
la lluvia. Durante la guerra civil, el 17 de octubre de 1936 los restos
del Santo fueron profanados, así nos lo recuerda una pequeña
construcción indicando el lugar exacto. Al este se sitúa
el voluminoso
cajico de San Urbez, tiene una altura de 21,5 m, el diámetro en
la base de su longevo tronco es de 2,64. Un reducido blanco rebaño
de ovejas pasta sosegadamente en el verde prado colindante, nosotros tomamos
rumbo norte con la intención de acercarnos a la cueva del Airal,
donde se retiro durante algún tiempo San Urbez para orar en soledad
, al oeste de esta senda queda la base de un crucero de planta circular,
dicha senda en su primer tramo transcurre por las inmediaciones de una
parcela en la cual para nuestra sorpresa un grupo de personas destacan
por el vivo coloridos de sus vestimentas, hacen ejercicios de relajación
que bien parece que podría ser tai-chi por los pausados movimientos
que realizan , vamos ascendiendo entre pinos y buchos, en alguna zona
la espesura crea zonas de penumbra y las rocas se envuelven
en verde aterciopelado del musgo, pasamos por las proximidades de un crucero
de planta circular, en unos 30 minutos arribamos a dicha cueva, se trata
de un pequeño covacho en la vertiente sur de un estrato de roca,
se aprecia que en alguna época del año brota de ella el
agua, en su parte superior sobre sale una visera que parece que nos acerca
un poco más al cielo azul, desde dicha visera se contempla un precioso
paisaje. Consultamos el libro de Damián Iguacen Borau – Vida
de San Urbez, sol de la montaña: “La peña es como
una quilla que avanza hacia el sur, abierta a todos los vientos, de ahí
su nombre Airal, es decir, aireada, del aire. Ayrial, la llamaban los
antiguos”.
Volvemos por la misma senda andando sobre nuestros pasos hasta Nocito,
antes de iniciar nuestro regreso tomamos la pista que baja paralela al
río Guatizalema, con la intención de acercarnos
hasta los restos del molino que quedan próximos al barranco de
la Pillera. Dichos restos se emplazan en la orilla sur , engullidos por
la frondosa vegetación, de planta rectangular, las maltrechas paredes
de mampostería se han ido desmoronando con el paso del tiempo,
el tejado debió ser de dos aguas, en su interior semienterrada
se vislumbra una muela de arenisca, la bóveda del cárcavo
de mampostería todavía se mantiene en pie. Citamos a Adolfo
Castán-Lugares del Alto Aragón editado por el Diario del
AltoAragón: “Tres molinos harineros pertenecientes a casa
Ortas, el nuevo, cerca de la población, el segundo se reconvirtió
en caseta, el tercero - molino Viejo - funcionó con aguas de la
Pillera”.
Hemos llegado a las postrimerías de nuestra excursión, que
mejor lugar para despedirnos que desde el barranco de la Pillera, contemplando
sus cristalinas aguas que discurren por el pétreo cauce, escuchando
su musicalidad bajo la batuta de los pequeños saltos, percibiendo
la suave caricia de la brisa en nuestra tez, en esta ocasión literalmente
al píe de la Sierra Guara, enclave desde el cual arrancan los estribos
que amarran la Sierra por la vertiente norte.
Ver
artículo pdf
|