LA LEÑA EN ANTAÑO


 
 
 
La leña antiguamente y hasta hace pocos años en los pueblos, era necesaria para alimentar las cocinillas y hogares, calentando de este modo parte de la vivienda, hoy en día su uso se ha visto reducido a medida que se han ido instalando calefacciones de gasoil sobre todo en los pequeños núcleos de población.
Para la tala de carrascas o cajicos, en primer lugar es necesario sacar el pertinente permiso. Hay que pensar que la leña que necesitemos para los hogares hay que cortarla el año anterior para que se seque.




   
Antiguamente las carrascas, cajicos, etc se cortaban con la estral, y si el diámetro era mayor con el tronzador.
 



   
 
Hoy en día la tala del arbolado se realiza con motosierra, tras llevar la indumentaria adecuada y medidas de protección necesarias.
Miramos la distribución del peso de la carrasca para ver hacia que lado caerá por la acción de la gravedad,




   
haremos una pequeña incisión en el lado sobre el cual tiene mayor carga de peso, para luego terminar de cortar por el otro lado.
 



   
 

Una vez que hemos talado el arbolado si esta en pendiente o en una zona en la cual conlleva dificultad el trocearla podemos arrastrarla a una superficie plana.
 
   
Dejaremos algún renuevo, para no deforestar la superficie.
   
Quitando las ramas de los troncos.
   
Los troncos se troceaban con el tronzador, las de mayor diámetro era necesario rajarlos con la estral o con falcas. Luego la leña era transportada con los carros hasta las viviendas donde se almacenaba con la finalidad de asegurar un invierno caliente aunque los termómetros bajasen bajo cero y la nieve cubriese de blanco los pequeños pueblecitos. En alguna ocasión incluso si la masa forestal era abundante se hacia alguna cabera para obtener carbón vegetal.
   
las pequeñas ramas se cortaban con la estral.
   
Con el tronzador podemos cortar los árboles de mayor diámetro, y luego ir troceando el tronco en porciones de la longitud que necesitemos.
   
Una vez que hemos troceado cada tronco, si la amplitud de su diámetro lo requiere podemos seccionarlo por la mitad con la estral.
   
   
Con las ramas se hacían pequeños fajos que se utilizaban para encender el hogar almacenándose en la jarmentera, o bien se vendía a las tejerias para alcanzar una buena temperatura.
   
A fecha de hoy las ramas se queman, eso si tras sacar el pertinente permiso para quemar.
   
Cenizas que también sirven de abono.
 

El tupido bosque amuralla los sembrados del paso de los cálidos rayos solares,
el tupido bosque da la mano a la frialdad de la umbría,
cajicos que tiñen estacionalmente de dorado el lienzo en el gélido invierno
y de verde en la floreciente primavera,
cajicos y carrascas sumidos en el silencio dan cobijo a la fauna de estas tierras,
silencio roto por el cierzo que meces su copas,
silencio roto por el jabalí en busca de jugosas raíces,
silencio roto por el aleteo de la paloma que emprende su vuelo abandonando el nido,
silencio roto por el paso del rebaño en busca de una buena mallata.
Ríe la sierra en su ir y venir,
en su ris ras sesgando el corpulento tronco,
dejando al descubierto anillos concéntricos desvelando su longevidad,
suena el eco del filo de la estral sobre el leño bajo la batuta de las encallecidas manos del rudo leñador.
Leña que dará calor en los hogares,
leña que dará lumbre entorno a la cual se gastará buena conversación en la cadiera.
En el gélido invierno se pasan las horas contemplando la trémula llama escuchando el crepitar.
Tiempos atrás quedaron las humeantes caberas, vigiladas por los carboneros con sus rostros ennegrecidos.
Encinas cuyas raíces amarran las tierras frente a las embestidas de las lluvias,
raíces que amarran fornidos troncos frente a las embates del cierzo,
raíces que buscan las fecundas tierras.
Encinas que dan abundantes bellotas, con sus robustos troncos que se retuercen en busca del cálido sol.
Amanece y el rudo leñador acude al tajo con buen filo en su estraleta,
resuena el eco del filo sobre el fornido tronco,
manos encallecidas tras largas jornadas,
rostros curtidos bajo el sol...........

Por J. Mariano Seral


 
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