Saliendo
desde Huesca tomamos dirección Arguis, desde esta localidad seguimos
por la carretera vieja (N-330) hasta llegar al túnel de la Manzanera,
punto en el cual tomamos el desvío dirección Belsué,
pasamos por las localidades de Lúsera y Nocito, desde esta última
población la carretera pasa a ser pista en buenas condiciones,
dejamos a mano izquierda el desvío que se dirige a la ermita de
San Urbez. Por el sur podemos contemplar la altanera vertiente norte de
la Sierra Guara, en invierno las grisáceas tonalidades de las calizas
se cubren de un blanco manto de nieve. Una vez rebasado Used la pista
vuelve a estar asfaltada, hasta que finalmente llegamos a la población
de Bara. La disposición de las construcciones hacen que el pueblo
este dividido físicamente en dos barrios. En la entrada destaca
una borda con un gran porche con orientación sur con el objeto
de aprovechar la calidez de los rayos solares, permitiendo utilizar este
espacio como secadero en antaño. Realizamos un breve recorrido
por sus calles, edificios de mampostería, tejados de losas, intercalándose
la teja en la construcción moderna, arcos de medio punto y puertas
adinteladas dan acceso a las viviendas. En una de las casas la ventana
tiene motivos decorativos esculpidos en piedra. 
Nos acercamos a la Iglesia, situada en un pequeño tozal. Esta dedicada
a San Pedro, edificio de origen románico, del siglo XIII, se realizaron
algunas reformas en los siglos XVII y XVIII., ábside semicircular
con puerta bajo atrio abovedado, característico del románico
rural (nos informa una mesa de interpretación en la entrada del
pueblo). Unos metros delante hay una pequeña pila de agua tallada
en piedra. En la torre bajo los vanos de las campanas persiste al paso
de las horas un reloj de sol.
Tomamos una senda dirección norte paralela al cauce del río
Alcanadre, en pocos minutos nos deja en el molino harinero medieval, consta
de dos edificios, en el que está situado más próximo
al río tenía lugar la molienda, construido de mampostería
irregular así como su distribución, tejado de cuatro aguas
que resiste a duras penas, en la vertiente este se sitúa el cárcavo
de bóveda de piedra por el cual tenía lugar la salida del
agua, que hacia girar el rodete de hierro para conseguir la fuerza motriz.
En la puerta de entrada permanece dando testimonio de las labores realizadas
en este edificio una de las piedras fraccionada utilizadas en la labor
de moler, son bien visibles los “rayones” y “lagunas”
. También cuenta con una construcción anexa, y el cubo donde
se acumulaba el agua para obtener la presión necesaria.
El murmullo de las hojas de los chopos mecidas por la suave brisa dan
la nota de entrada a la melodía interpretada por el discurrir de
las cristalinas aguas, unos metros más abajo en una oquedad de
una de las rocas se construyo un muro de mampostería improvisando
de este modo un pequeño refugio. Dirigimos nuestra mirada el pétreo
cauce del río con algún bloque de roca de grandes dimensiones,
la ausencia de cantos rodados y arena nos indica que de vez en cuando
el río baja con furia arrastrando a su paso los pequeños
áridos.
Una vez que hemos visitado el molino regresamos a Bara, cruzamos el Alcanadre
por un puentecillo y tomamos rumbo a Nasarre, la senda esta desbrozada
y con abundantes hitos, por el este una imagen de postal compuesta por
los elementos de la naturaleza, el cañón cincelado por dicho
río año tras años, con sus verticales escalones,
tonalidades grisáceas azuladas con alguna pincelada rojiza entre
la Cabeza de Guara y la sierra Lupera, tramo en el cual se práctica
el descenso de barrancos (Gorgas Negras). Vamos ganando altitud, en compañía
de pinos y buchos, de forma aleatoria aflora la roca desapareciendo el
manto vegetal, perdiéndose las huellas, tenemos que buscar con
la mirada algún hito de referencia, va haciendo acto de presencia
el erizón, volvemos la vista hacia atrás, la distancia y
los metros ganados en altitud nos permite visualizar otra perspectiva
de este valle, con el toque humano de las construcciones de Bara.
La belleza paisajística de Cabeza de Guara nos pide de nuevo que
le prestemos atención, en sus faldas por la vertiente norte un
verde manto de pinos echa raíces, mientras que en la sierra de
Nasarre el otoño da alguna pincelada de calidez con la coloración
de las hojas de la vegetación.
El terreno de nuevo se nuestra abancalado, nos vamos aproximando a Nasarre,
el trazado de la senda pasa a estar delimitado por muros de piedra seca,
ya divisamos las primeras construcciones, bordas con sus paredes de mampostería,
tejados de losas, alguna de ellas ha sido utilizada ocasionalmente como
improvisado corral. Entramos
en el pueblo, alguna puerta adintelada, otras con arco de medio punto,
paredes y tejados derruidos, calles invadidas por la vegetación,
más al este un signo de esperanza y aliento, la Iglesia ha sido
restaurada, nos acercamos hasta ella, antes de entrar leemos la información
que nos brinda la mesa de interpretación colocada en su entorno
próximo: “La iglesia de San Andrés, declarada Monumento
Histórico Artístico, corresponde a un templo románico
levantado en el S.XI, y remodelado en el S XVII. Está construida
en obra de sillarejo. Consta de nave rectangular con ábside circular
orientado al este. En el interior la nave se cubre con bóveda de
medio cañón y bóveda de esfera en el ábside,
el cual presenta el exterior sobre el vano abocinado una alineación
de arquillos ciegos característicos de la escuela lombarda coronados
a su vez por el friso con baquetones cilíndricos típicos
del románico del Gallego también llamado serrables.”
Desde la Iglesia podemos otear una gran extensión de terreno, se
trata de los campos que en su día fueron de labor, hoy la maleza
los cubre queriendo borras la huella del hombre. Por el norte asoma la
majestuosidad de los Pirineos. Dejamos atrás la Iglesia y seguimos
por un camino entre muros de piedra seca hasta que llegamos a una mesa
de interpretación que nos da algún dato sobre esta población:
como la altitud a la que nos encontramos 1.191 m. Al otro lado de dicho
panel informativo se encuentra una pequeña balsa, a pesar de las
escasas precipitaciones de los últimos meses todavía hay
agua y juncos, las huellas recientes de animales en el fango indican que
se acercan a abrevar. Al este se emplaza la fuente, está unos metros
por debajo del nivel del camino, hay que bajar 14 escalones, tiene bóveda
de piedra y paredes de mampostería alineada, un pequeño
tejado de losas de dos aguas la cubre.
Tomamos dirección sureste dejamos a mano derecha la Sierra Lupera.
Va aumentando la presencia de erizón, las rocas calizas sobre las
que pisamos adquieren formas caprichosas típicas del paisaje kárstico,
conjugándose con el erizón adquiriendo el conjunto un relieve
con formas abstractas introduciendo un matiz más de belleza en
el lienzo. Tras pasar el tozal de Moros, a mano izquierda divisamos unas
amplias parcelas que en antaño fueron cultivadas, entre ellas un
edificio de grandes dimensiones, se trata de la pardina de Villanua, más
al este se sitúa Otín, destacando la Iglesia sobre el resto
de construcciones. Avanzamos unos metros más y llegamos al dolmen
de la Losa Mora, según el panel informativo que le acompaña:
“en 1935 el profesor Martín Almagro, lo excavó encontrando
huesos de varias personas junto a hachas de piedra, puntas de flecha,
cuchillos de sílex etc”.
Tras una breve pausa reanudamos nuestro caminar, poco a poco perdemos
altitud, el erizón va desapareciendo, por el este el tozal de las
Gleras con sus paredes calizas con numerosas fisuras, en una de ellas
nos sorprende como una carrasca ha echado raíces adaptándolas
a las dimensiones de la hendidura, en la base una pequeña oquedad,
la cual en alguna ocasión ha servido como improvisado refugio.
A una cota superior en un pequeño covacho, es visible un muro de
mampostería de escasos metros de longitud, miramos el mapa en el
cual viene referenciado como el corral y cueva de Vendosa. A mano derecha
dejamos el tozal de Nasarre, vamos descendiendo entre los angulosos esquistos
de caliza, hasta que llegamos a los campos de Seral; una vaguada en la
cual el paso del tiempo ha difuminado el aterrazamiento del terreno, al
oeste podemos ver la planta rectangular de un edificio de mampostería,
próximo a él se acumulan tejas y losas del tejado desmantelado.
Consultamos el libro de José Luis Acín Fanlo, Tras las huellas
de Lucien Briet: “Pardina o Casa Seral también conocida por
los lugareños como Caseta. Ese lugar, era utilizado antes de la
última contienda civil como caseta de monte, y sus campos se llevaban
desde Rodellar, pertenecía a tres propietarios y en la que se laboraban
los campos y se llevaba el ganado para que pastara por sus inmediaciones”.En
dicha bibliografía también hay impresa una fotografía
del edificio, (tomada el 16/10/1908- Lucien Briet), tejado de losas de
dos aguas, la fachada principal con 4 ventanas dos por planta y la puerta
de entrada con orientación sur. Desde esta posición tenemos
una buena vista de la Cabeza de Guara. Abandonamos esta pequeña
planicie, y comenzamos el descenso con una acusada pendiente hacia el
barranco de Mascún, atravesando alguna pedrera, a la sombra de
la pared de peña Grau, en el descenso observamos desde nuestra
posición la ermita de la Virgen del Castillo en lo alto de un tozal
calizo, inexpugnable por la vertical pared de la vertiente norte. Una
vez en el seco cauce del barranco del Mascún decidimos visitar
la Cuca Bellosta , caminamos durante unos minutos dirección norte
sobre cantos rodados, hasta llegar a la base de esta aguja caliza, acompañada
por una curiosa formación pétrea “La Ciudadela”.
Nos damos la vuelta encaminando nuestros pasos hacía Rodellar,
llegamos a la surgencia del Mascún punto a partir del cual el cauce
del barranco comienza a llevar cierto caudal del agua, dicha surgencia
es fruto de las condiciones kársticas de la sierra, el agua cuando
llueve se va filtrando al interior por las fisuras, dolinas, etc formando
una red subterránea, posteriormente aflora en fuentes o surgencias.
Las paredes del barranco adquieren formas caprichosas, en uno de los crestones
la erosión ha cincelado una ventana que se asemeja a la silueta
de un delfín. Llegamos a una senda que nos lleva a Rodellar, va
ascendiendo aprovechando el descansillo del zigzag, arribamos a un cruce
en el cual dirección norte se dirige a la ermita de la Virgen del
Castillo, en esta misma senda se emplazan los restos de un horno de cal,
de planta circular, paredes de mampostería.
Un último vistazo al barranco y en pocos minutos llegamos a Rodellar,
las buenas condiciones climatológicas del día, la belleza
del paisaje así como las reseñas históricas de la
mano del hombre nos han hecho disfrutar del trayecto realizado.
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