DIARIO DEL ALTOARAGÓN
Domingo, 18 de enero del 2.009 (cuadernillo central pág 9)
 
DE BARA A RODELLAR entre el Alcanadre y el Mascún por J. Mariano Seral
 

Saliendo desde Huesca tomamos dirección Arguis, desde esta localidad seguimos por la carretera vieja (N-330) hasta llegar al túnel de la Manzanera, punto en el cual tomamos el desvío dirección Belsué, pasamos por las localidades de Lúsera y Nocito, desde esta última población la carretera pasa a ser pista en buenas condiciones, dejamos a mano izquierda el desvío que se dirige a la ermita de San Urbez. Por el sur podemos contemplar la altanera vertiente norte de la Sierra Guara, en invierno las grisáceas tonalidades de las calizas se cubren de un blanco manto de nieve. Una vez rebasado Used la pista vuelve a estar asfaltada, hasta que finalmente llegamos a la población de Bara. La disposición de las construcciones hacen que el pueblo este dividido físicamente en dos barrios. En la entrada destaca una borda con un gran porche con orientación sur con el objeto de aprovechar la calidez de los rayos solares, permitiendo utilizar este espacio como secadero en antaño. Realizamos un breve recorrido por sus calles, edificios de mampostería, tejados de losas, intercalándose la teja en la construcción moderna, arcos de medio punto y puertas adinteladas dan acceso a las viviendas. En una de las casas la ventana tiene motivos decorativos esculpidos en piedra.
Nos acercamos a la Iglesia, situada en un pequeño tozal. Esta dedicada a San Pedro, edificio de origen románico, del siglo XIII, se realizaron algunas reformas en los siglos XVII y XVIII., ábside semicircular con puerta bajo atrio abovedado, característico del románico rural (nos informa una mesa de interpretación en la entrada del pueblo). Unos metros delante hay una pequeña pila de agua tallada en piedra. En la torre bajo los vanos de las campanas persiste al paso de las horas un reloj de sol.
Tomamos una senda dirección norte paralela al cauce del río Alcanadre, en pocos minutos nos deja en el molino harinero medieval, consta de dos edificios, en el que está situado más próximo al río tenía lugar la molienda, construido de mampostería irregular así como su distribución, tejado de cuatro aguas que resiste a duras penas, en la vertiente este se sitúa el cárcavo de bóveda de piedra por el cual tenía lugar la salida del agua, que hacia girar el rodete de hierro para conseguir la fuerza motriz. En la puerta de entrada permanece dando testimonio de las labores realizadas en este edificio una de las piedras fraccionada utilizadas en la labor de moler, son bien visibles los “rayones” y “lagunas” . También cuenta con una construcción anexa, y el cubo donde se acumulaba el agua para obtener la presión necesaria.
El murmullo de las hojas de los chopos mecidas por la suave brisa dan la nota de entrada a la melodía interpretada por el discurrir de las cristalinas aguas, unos metros más abajo en una oquedad de una de las rocas se construyo un muro de mampostería improvisando de este modo un pequeño refugio. Dirigimos nuestra mirada el pétreo cauce del río con algún bloque de roca de grandes dimensiones, la ausencia de cantos rodados y arena nos indica que de vez en cuando el río baja con furia arrastrando a su paso los pequeños áridos.
Una vez que hemos visitado el molino regresamos a Bara, cruzamos el Alcanadre por un puentecillo y tomamos rumbo a Nasarre, la senda esta desbrozada y con abundantes hitos, por el este una imagen de postal compuesta por los elementos de la naturaleza, el cañón cincelado por dicho río año tras años, con sus verticales escalones, tonalidades grisáceas azuladas con alguna pincelada rojiza entre la Cabeza de Guara y la sierra Lupera, tramo en el cual se práctica el descenso de barrancos (Gorgas Negras). Vamos ganando altitud, en compañía de pinos y buchos, de forma aleatoria aflora la roca desapareciendo el manto vegetal, perdiéndose las huellas, tenemos que buscar con la mirada algún hito de referencia, va haciendo acto de presencia el erizón, volvemos la vista hacia atrás, la distancia y los metros ganados en altitud nos permite visualizar otra perspectiva de este valle, con el toque humano de las construcciones de Bara.
La belleza paisajística de Cabeza de Guara nos pide de nuevo que le prestemos atención, en sus faldas por la vertiente norte un verde manto de pinos echa raíces, mientras que en la sierra de Nasarre el otoño da alguna pincelada de calidez con la coloración de las hojas de la vegetación.
El terreno de nuevo se nuestra abancalado, nos vamos aproximando a Nasarre, el trazado de la senda pasa a estar delimitado por muros de piedra seca, ya divisamos las primeras construcciones, bordas con sus paredes de mampostería, tejados de losas, alguna de ellas ha sido utilizada ocasionalmente como improvisado corral. Entramos en el pueblo, alguna puerta adintelada, otras con arco de medio punto, paredes y tejados derruidos, calles invadidas por la vegetación, más al este un signo de esperanza y aliento, la Iglesia ha sido restaurada, nos acercamos hasta ella, antes de entrar leemos la información que nos brinda la mesa de interpretación colocada en su entorno próximo: “La iglesia de San Andrés, declarada Monumento Histórico Artístico, corresponde a un templo románico levantado en el S.XI, y remodelado en el S XVII. Está construida en obra de sillarejo. Consta de nave rectangular con ábside circular orientado al este. En el interior la nave se cubre con bóveda de medio cañón y bóveda de esfera en el ábside, el cual presenta el exterior sobre el vano abocinado una alineación de arquillos ciegos característicos de la escuela lombarda coronados a su vez por el friso con baquetones cilíndricos típicos del románico del Gallego también llamado serrables.”
Desde la Iglesia podemos otear una gran extensión de terreno, se trata de los campos que en su día fueron de labor, hoy la maleza los cubre queriendo borras la huella del hombre. Por el norte asoma la majestuosidad de los Pirineos. Dejamos atrás la Iglesia y seguimos por un camino entre muros de piedra seca hasta que llegamos a una mesa de interpretación que nos da algún dato sobre esta población: como la altitud a la que nos encontramos 1.191 m. Al otro lado de dicho panel informativo se encuentra una pequeña balsa, a pesar de las escasas precipitaciones de los últimos meses todavía hay agua y juncos, las huellas recientes de animales en el fango indican que se acercan a abrevar. Al este se emplaza la fuente, está unos metros por debajo del nivel del camino, hay que bajar 14 escalones, tiene bóveda de piedra y paredes de mampostería alineada, un pequeño tejado de losas de dos aguas la cubre.
Tomamos dirección sureste dejamos a mano derecha la Sierra Lupera. Va aumentando la presencia de erizón, las rocas calizas sobre las que pisamos adquieren formas caprichosas típicas del paisaje kárstico, conjugándose con el erizón adquiriendo el conjunto un relieve con formas abstractas introduciendo un matiz más de belleza en el lienzo. Tras pasar el tozal de Moros, a mano izquierda divisamos unas amplias parcelas que en antaño fueron cultivadas, entre ellas un edificio de grandes dimensiones, se trata de la pardina de Villanua, más al este se sitúa Otín, destacando la Iglesia sobre el resto de construcciones. Avanzamos unos metros más y llegamos al dolmen de la Losa Mora, según el panel informativo que le acompaña: “en 1935 el profesor Martín Almagro, lo excavó encontrando huesos de varias personas junto a hachas de piedra, puntas de flecha, cuchillos de sílex etc”.
Tras una breve pausa reanudamos nuestro caminar, poco a poco perdemos altitud, el erizón va desapareciendo, por el este el tozal de las Gleras con sus paredes calizas con numerosas fisuras, en una de ellas nos sorprende como una carrasca ha echado raíces adaptándolas a las dimensiones de la hendidura, en la base una pequeña oquedad, la cual en alguna ocasión ha servido como improvisado refugio. A una cota superior en un pequeño covacho, es visible un muro de mampostería de escasos metros de longitud, miramos el mapa en el cual viene referenciado como el corral y cueva de Vendosa. A mano derecha dejamos el tozal de Nasarre, vamos descendiendo entre los angulosos esquistos de caliza, hasta que llegamos a los campos de Seral; una vaguada en la cual el paso del tiempo ha difuminado el aterrazamiento del terreno, al oeste podemos ver la planta rectangular de un edificio de mampostería, próximo a él se acumulan tejas y losas del tejado desmantelado. Consultamos el libro de José Luis Acín Fanlo, Tras las huellas de Lucien Briet: “Pardina o Casa Seral también conocida por los lugareños como Caseta. Ese lugar, era utilizado antes de la última contienda civil como caseta de monte, y sus campos se llevaban desde Rodellar, pertenecía a tres propietarios y en la que se laboraban los campos y se llevaba el ganado para que pastara por sus inmediaciones”.En dicha bibliografía también hay impresa una fotografía del edificio, (tomada el 16/10/1908- Lucien Briet), tejado de losas de dos aguas, la fachada principal con 4 ventanas dos por planta y la puerta de entrada con orientación sur. Desde esta posición tenemos una buena vista de la Cabeza de Guara. Abandonamos esta pequeña planicie, y comenzamos el descenso con una acusada pendiente hacia el barranco de Mascún, atravesando alguna pedrera, a la sombra de la pared de peña Grau, en el descenso observamos desde nuestra posición la ermita de la Virgen del Castillo en lo alto de un tozal calizo, inexpugnable por la vertical pared de la vertiente norte. Una vez en el seco cauce del barranco del Mascún decidimos visitar la Cuca Bellosta , caminamos durante unos minutos dirección norte sobre cantos rodados, hasta llegar a la base de esta aguja caliza, acompañada por una curiosa formación pétrea “La Ciudadela”. Nos damos la vuelta encaminando nuestros pasos hacía Rodellar, llegamos a la surgencia del Mascún punto a partir del cual el cauce del barranco comienza a llevar cierto caudal del agua, dicha surgencia es fruto de las condiciones kársticas de la sierra, el agua cuando llueve se va filtrando al interior por las fisuras, dolinas, etc formando una red subterránea, posteriormente aflora en fuentes o surgencias. Las paredes del barranco adquieren formas caprichosas, en uno de los crestones la erosión ha cincelado una ventana que se asemeja a la silueta de un delfín. Llegamos a una senda que nos lleva a Rodellar, va ascendiendo aprovechando el descansillo del zigzag, arribamos a un cruce en el cual dirección norte se dirige a la ermita de la Virgen del Castillo, en esta misma senda se emplazan los restos de un horno de cal, de planta circular, paredes de mampostería.
Un último vistazo al barranco y en pocos minutos llegamos a Rodellar, las buenas condiciones climatológicas del día, la belleza del paisaje así como las reseñas históricas de la mano del hombre nos han hecho disfrutar del trayecto realizado.

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ww.marianoseral.com j. Mariano Seral